La mafia paquistaní del Raval imponía a sus camellos el pago de 25.000 euros
La organización criminal ocultaba una red de tráfico de seres humanos obligados a vender droga en domicilios ocupados
La red, que se movió por 100 narcopisos, tenía reglas estrictas y aquellos que se resistían eran brutalmente castigados
Trece en prisión
"Los que trafican son minoritarios"
Esa deuda tenían que devolverla trabajando para ellos vendiendo marihuana, cocaína, pastillas o estimulantes sexuales a los turistas. La red les quería sobre todo para trabajar de captadores. Su función era buscar compradores a pie de calle y podían hacerlo esperando en esquinas de callejuelas transitadas o aparentando ser simples vendedores ambulantes de latas de cerveza que, en cuanto entablan una conversación con los clientes, les preguntaban si querían 'algo más'. Si algún turista aceptaba, los captadores le acompañaban hasta pisos controlados por la organización que aprovechaban el principio de inviolabilidad de los domicilios para llevar a cabo el trapicheo.
Violencia extrema
El entramado tenía reglas y no respetarlas era tan grave como resistirse a participar. Durante los meses que ha durado esta investigación, los policías han tenido constancia de seis palizas sufridas por víctimas explotadas. Algunos de los represaliados sufrieron lesiones graves por arma blanca. Que los policías tuvieran constancia de al menos media docena de reprimendas violentas contra 'empleados' díscolos significa que la cifra real de víctimas que se ha cobrado esta organización podría ser sensiblemente más alta. Los incidentes conocidos a menudo lo eran porque habían ocurrido en la vía pública, aunque hasta ahora no había trascendido que no formaban parte del enfrentamiento librado durante los últimos meses entre grupos de lateros rivales en pugna por hacerse con el control de las zonas céntricas de la ciudad más concurridas por turistas.
Más de cien pisos
El concepto 'narcopiso' emergió a principios del verano del 2017, cuando comenzaron a proliferar por el Raval, y alrededores, domicilios ocupados con la finalidad de vender en su interior heroína y ofrecer al mismo tiempo un espacio para que los toxicómanos pudieran inyectarse la droga sin necesidad de salir a la calle. Aquel fenómeno, que desenterró imágenes de heroinómanos más propias de la Barcelona de los 80 y devoró decenas de escaleras vecinales, acabó siendo engullido por la mafia dominicana y esta, a su vez, lo fue por la operación 'Bacar' de los Mossos el 29 de octubre del 2018, fecha que puso fin a la epidemia iniciada un año y medio antes. La red paquistaní desarbolada el pasado jueves, que había reculado hasta prácticamente desaparecer del Raval amedrentada por la violencia dominicana, recuperó terreno y se había adueñado del negocio de los narcopisos entre finales del 2018 y hasta el 20 de junio, el pasado jueves. Aunque también vendía heroína, había aprendido la lección –llenar los espacios comunitarios de toxicómanos atraía a la policía– y eran muy pocos los domicilios que funcionaban como salas de venopunción clandestina. Los paquistanís se habían especializado en vender drogas a turistas que querían 'quemar' la noche barcelonesa y el impacto que su menudeo tenía para los bloques en los que habían anidado era menor para los vecinos que los narcopisos dominicanos.